noviembre 15, 2012

La participación social o el gaznápiro comprometido

Dentro del sistema democrático participativo, se ponen en juego las relaciones sociales y con esto las formas de construcción social. Entendiendo que las relaciones subjetivadas son las formadoras y modificadoras de la cultural y con esto las formas de participación social.
Del mismo modo que las relaciones entre los sujetos forman uno de los núcleos sociales, el Estado nacional conforma los poderes en donde se rige la sociedad, enmarca las relaciones en términos de garante de las posibilidades de relación. Así, las relaciones entre sociedad y Estado forman el binomio indivisible de las formas democráticas, donde las actividades sociales están acordes en las formas gubernamentales para el desarrollo colectivo e individual de los sujetos.
Dos estructuras sociales que se complementan y a la vez se necesitan, o dicho de otra manera, se complementan ante la necesidad de mantener viva la relación.
En otros términos, si las relaciones son de orden verticalista se someten las voluntades de los sujetos al punto de cosificación -el sujeto cede sus voluntades al poder central convirtiéndose en sujeto en objeto de uso- perdiendo las capacidades de elección y acción social.
Las relaciones que se forjan, en todo orden, parten del interés o necesidad de un otro con el cual interactuar, en este punto es en donde la comunicación entre los diferentes sectores y estructuras se pone en juego como elementos básico para la constitución social. Ante la diversidad de relaciones se conforman diferentes vías comunicativas, siendo que las mismas vías son elementos dialécticos de consenso y tensión. Pero las formas de comunicación también parten de un sistema integrador y no unidireccional, en donde se ponen en juego las capacidades e intenciones de los actantes y no sobre el sometimiento de la voluntades, si no se recae en el mismo sentido que Hegel expone en las teorías de la fenomenología del espíritu.
Cuando las formas de poder se centralizan en el discurso -elemento primario para la conformación de los centros de poder- se pierde la capacidad de interrelación dejando expuestas solo las estructuras de dominio, perdiendo la capacidad de interrelación y con esto la perdida de identidad y el sometimiento voluntario a las formas de dominación dialéctica, aceptando el centro de poder como núcleo de saber y verdad.
De esta forma se rompe el sentido comunicativo, siendo que el sujeto receptor es el objeto reproductivista de la verdad volcada a través del discurso, consolidándose el poder centralista como auténtico centro de verdad.
En las relaciones de conformación del sistema democrático el poder de la palabra se conforma como espacio de interrelaciones de los diferentes sectores sociales y de las estructuras sociales, la necesidad de que cada elemento constituyente de las sociedades mantenga la autonomía discursiva es básica para la interpretación y apropiación del sentir de lo real y con esto la multiplicidad de realidades manifiestas en la acción social y gubernamental.
La reproducción mecanizada del discurso genera la ilusión de la participación social; el juego discursivo es unidireccional y con esto las formas absolutistas de dominio y control. La valoración subjetivada es reemplazada por los discursos dominantes y con esto la falta de verdades múltiples que enriquecen la vida social.

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