febrero 08, 2013

Las disciplinas y el grado de sumisión

Entender a la disciplina como una de las herramientas de dominación es primera instancia posicionarse desde un concepto educativo, pero a la vez desde un concepto normalizador. No se refiere a la educación y a la normalización como sistemas de formación de sujetos, sino de formas económicas que el sujeto objetivado presenta.
La disciplina genera o se afianza desde las normativas de acción, el sujeto integrado al sistema social responde a ciertas conductas que se rigen por el mismo sistema. Las normas adecuan al sujeto dentro de sus propias reglas. De esta forma el sujeto es un integrante activo dentro de la sociedad. Su operatividad radica en las formas productivas y de desarrollo social o colectivo, donde el resultado de su disciplina se manifiesta en las formas productivas de la sociedad.
De esta forma el sujeto se objetiviza en los resultados de producción y a la vez de consumo, produce la cantidad necesaria para que el sujeto social consuma los propios bienes generados. Para ello la disciplina que se ejerce en el cuerpo, es aceptada desde las formas conceptuales. La producción es dada por la actividad física y a la vez es comprendida la producción por los mecanismos discursivos. De esta forma el mundo fetiche de los objetos y el mundo de las simbologías quedan supeditadas a las formas de producción y consumo. Dos aspectos del mismo proceso de sociabilización del sujeto activo dentro de la sociedad.
De esta forma, según Foucault, las tecnologías del yo1 conforman al sujeto tanto en la relación sujeto-sociedad como sujeto-individual. El sujeto-sociedad en donde los campos simbólicos se conjugan en el juego de poderes interpresonales e intrapersonal, conforman las cosmogonías y la de los saber; el sujeto-individual se conforma en las relaciones de producción y de cambios de los saberes y creencias. De esta forma las interrelaciones de la tecnología del yo generan el relato histórico del sujeto que actúa de forma plena dentro de las normas disciplinares de las sociedades.
A la vez, en la formulación de las tecnologías del yo se presentan acciones individuales, el sujeto capaz de reflexionar sobre si mismo y actuar en consecuencia, genera movimientos narrativos propios, su relato social se confluye en las determinaciones que hacen al sujeto el campo subjetivo del yo; pero todas estas siempre dentro del marco disciplinar. El relato del sujeto no se escapa de las normas sociales y a la vez responde a los lineamientos de producción, se pone en juego la subjetividad del sujeto en las formas productivas y aceptables dentro de las normas sociales.
Todo este mecanismo de acción y de poder ponen en juicio las libertades individuales, cada sujeto es propio centro de la capacidad disciplinaria, que responde a los mandatos de producción y con esto a las formas normalizadoras de aceptación de la conformación social.

1 -1) tecnologías de producción, que nos permiten producir, transformar o manipular cosas; 2) tecnologías de sistemas de signos, que nos permiten utilizar signos, sentidos, símbolos o significaciones; 3) tecnologías de poder, que determinan la conducta de los individuos, los someten a cierto tipo de fines o de dominación, y consisten en una objetivación del sujeto; 4) tecnologías del yo, que permiten a los individuos efectuar, por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad.

noviembre 15, 2012

La participación social o el gaznápiro comprometido

Dentro del sistema democrático participativo, se ponen en juego las relaciones sociales y con esto las formas de construcción social. Entendiendo que las relaciones subjetivadas son las formadoras y modificadoras de la cultural y con esto las formas de participación social.
Del mismo modo que las relaciones entre los sujetos forman uno de los núcleos sociales, el Estado nacional conforma los poderes en donde se rige la sociedad, enmarca las relaciones en términos de garante de las posibilidades de relación. Así, las relaciones entre sociedad y Estado forman el binomio indivisible de las formas democráticas, donde las actividades sociales están acordes en las formas gubernamentales para el desarrollo colectivo e individual de los sujetos.
Dos estructuras sociales que se complementan y a la vez se necesitan, o dicho de otra manera, se complementan ante la necesidad de mantener viva la relación.
En otros términos, si las relaciones son de orden verticalista se someten las voluntades de los sujetos al punto de cosificación -el sujeto cede sus voluntades al poder central convirtiéndose en sujeto en objeto de uso- perdiendo las capacidades de elección y acción social.
Las relaciones que se forjan, en todo orden, parten del interés o necesidad de un otro con el cual interactuar, en este punto es en donde la comunicación entre los diferentes sectores y estructuras se pone en juego como elementos básico para la constitución social. Ante la diversidad de relaciones se conforman diferentes vías comunicativas, siendo que las mismas vías son elementos dialécticos de consenso y tensión. Pero las formas de comunicación también parten de un sistema integrador y no unidireccional, en donde se ponen en juego las capacidades e intenciones de los actantes y no sobre el sometimiento de la voluntades, si no se recae en el mismo sentido que Hegel expone en las teorías de la fenomenología del espíritu.
Cuando las formas de poder se centralizan en el discurso -elemento primario para la conformación de los centros de poder- se pierde la capacidad de interrelación dejando expuestas solo las estructuras de dominio, perdiendo la capacidad de interrelación y con esto la perdida de identidad y el sometimiento voluntario a las formas de dominación dialéctica, aceptando el centro de poder como núcleo de saber y verdad.
De esta forma se rompe el sentido comunicativo, siendo que el sujeto receptor es el objeto reproductivista de la verdad volcada a través del discurso, consolidándose el poder centralista como auténtico centro de verdad.
En las relaciones de conformación del sistema democrático el poder de la palabra se conforma como espacio de interrelaciones de los diferentes sectores sociales y de las estructuras sociales, la necesidad de que cada elemento constituyente de las sociedades mantenga la autonomía discursiva es básica para la interpretación y apropiación del sentir de lo real y con esto la multiplicidad de realidades manifiestas en la acción social y gubernamental.
La reproducción mecanizada del discurso genera la ilusión de la participación social; el juego discursivo es unidireccional y con esto las formas absolutistas de dominio y control. La valoración subjetivada es reemplazada por los discursos dominantes y con esto la falta de verdades múltiples que enriquecen la vida social.

septiembre 30, 2012

El biopoder en la mecánica reproductivista



Basándose en los puntos definidos por Foucault sobre la idea de biopoder, en donde remarca cinco aspectos fundamentales para que el poder cumpla con un ciclo vital, tiene en primer lugar la vida de los sujetos. En segundo lugar el mecanismo de producción, seguido de los mecanismos de poder. Como cuarto punto el discurso imperativo y por último la lucha y verdad.
Si bien están divididos en forma esquemática, el biopoder se sostiene y se retroalimenta por formas intrínsecas de relaciones. No se puede sostener un poder vivo sin uno de esos mecanismos de sometimiento y aceptación.
Todo centro de poder conlleva una periferia de resistencia que en el último punto se puede vislumbra al plantear la dicotomía por la lucha y la verdad. En esto no sólo se cierne una oposición sobre el centro de poder, sino que se transforma en modos de resistencia al centro dominador desde nuevas estrategias que conforman a la periferia en un nuevo centro de poder, generando nuevos mecanismos, y con esto la diferencia de los mecanismos de producción y disciplinamiento, adecuado y respondiendo a las formas de producción que el centro-periférico plantea como nuevas verdades y nuevas formas de poder.
En este sentido no se establece un centro de poder dominador, sino a un conjunto de centros que se organizan y constituyen como formas válidas de producción social.
Ante este planteo, queda el camino de sin-salida, en donde los mecanismos de producción se transforman en sistemas reproductivistas de diferentes formas de accionar sobre la realidad interpretada.
Por otro lado las formas de verdad se sujetan a los lineamientos discursivos, en donde esa verdad se transforma en acción discursiva de dominación y aceptación. Cumpliendo su ciclo vital para reproducirse en nuevas formas de dictámenes sociales. De esta forma el biopoder se renueva en su ciclo, se transmite dentro de cada sector que se proclama como formas válidas de producción. Así el decir imperativo transformado en verdad se conjuga con las formas productivas, siendo esto una forma reproductivista de representar y heredar en y de los centro de poder.
Queda en este entrecruce relacionar los mecanismos de poder, que son transferibles en la medida que la reproducción del sistema sea convalidado por los sujetos que la componen.
Los ciclos se constituyen por la vida biológica de los sujetos, que en la medida que el posicionamiento de los juegos de poder se consolidan el tiempo vital de los sujetos se acorta, de esta forma se busca generar nuevos mecanismos de producción heredados de la estructura, garantizando el predominio del poder en el propio centro, adecuando los lineamientos de disciplina. Este traspaso de poder, por sus ciclos vitales, conlleva el ciclo vital, no sólo biológico, sino de adecuación de los discursos imperativos. De esta forma, los estamentos se adecuan al contexto social confrontando los discursos imperativos y de validación; formando y generando nuevas realidades sobre los discursos imperativos y de consolidación de verdades.
Cabe destacar que el biopoder está ligado, pero esto no es condicionante de la biopolítica. La relación directa entre ambas es la de formadora de realidades, transformando los discursos de validación que genera el poder de los centros y de esta forma consolidando la perpetuidad de control y dominación. En este aspecto, los movimiento periféricos de los centros otorgan, por aceptación o resistencia, la validación del poder, modificando su realidad acorde con la relación política entre los diferentes sectores.
De eta forma sociedad y estructura orgánica, generadora de sistema social, conviven simbioticamente creando y fomentado los discursos de diferencia y convergencia, o en otras palabras de resistencia y aceptación disciplinaria.

septiembre 05, 2012

La máquina del Aura

Les expresiones culturales, las más identificables son las del las artes, en sus formas de producción como de expresión y conocimiento del mundo, son creaciones y anteriormente proyecciones de la visión del mundo y su contexto sociocultural. De esta forma la representación cobra sentido y valoración social, tanto en materia subjetiva como de objeto de uso y cambio. Pero esta autenticidad que plasma cada una de las obras no se aleja del del sector y del origen en donde la obra es concebida. Desde la proyección el sujeto se para ante una realidad próxima o circundante a él proyecta en su hacer aquello que lo motivó para la realización, esto inevitablemente lleva a la fragmentación de la visión, o dicho de otro modo, a la focalización del tema; y con esto a sus espectadores o usuarios que están en sintonía con la obra, esto se puede simplificar al juego de los campos culturales de Bourdieu y -sin ser sinónimo- a los roles sociales del biopoder dentro de la sociedad de cada uno de los sectores que confluyen en una sociedad. El autor ante la obra y el espectador o usuario frente al consumo de la obra que se proyecta hacia el mundo en una suerte de dasein hacia el mundo fragmentado por las interpretaciones del espectador.
En este sentido, cada obra es única e irreemplazable, pero cuando las industrias culturales masifican el producto, descartando el arte conllevado en el proceso de producción, o las nuevas tecnologías plasma de reiteradas maneras el producto artístico, parecería que la valoración de la obra se pierde en la maquinaria de producción. Esto a Benjamin1 le llevó formular su teoría de las auras en las producciones artísticas. Cada obra contiene el aura que le da originalidad (autenticidad) y con esto genera demandas por parte de los espectadores o usuarios - al referirse a originalidad, no se está planteado el concepto de extraordinario, sino a la formación o creación del objeto artístico-. La mecanización del arte derivó a plantearse problemas y se sigue planteando problemas con respecto al aura.
Deteniéndose en este punto, es preciso describir que el aura es aquello que impregna a la obra en su propia dialéctica en marcado en su tiempo, como objeto fiel a la visión del autor en su contexto, y se conjuga con la concreción del objeto al ser consumido o usado por el público, de ahí la naturaleza de exponerse y de expulsarse al mundo en su propio dicho. Un decir que se multiplica en las diferentes interpretaciones que la obra contiene. Esto indefectiblemente cambia el modo de percibir al mundo generando un nuevo discurso que posibilita otra obra y con esto una reinterpretación del mundo percibido por el o los artistas, el mundo cambia de acuerdo a las interpretaciones que se tiene sobre él, y esto regresa en forma de expresión cultural, completando o iniciando un nuevo ciclo. Estos movimiento que son parte del ejercicio colectivo al que Benjamin describió como arte colectivo. Una obra es inacabada en este sentido, en donde el decir de la obra se va a multiplicar, generando nuevas formas de interpretar al mundo y con esto nuevas formas de expresiones culturales.
En nuestra era de comunicaciones y de globalización de los datos, se vuelve a temer al viejo fantasma de las reproducciones mecánicas, en donde la obra pierde el poder discursivo ante la masificación de las reproducciones y con esto a la masificación de los espectadores o usuarios. Es un viejo fantasma desde el momento en que esto se planteaba ante la imprenta, donde las clases altas y la burguesía perdían el centro de poder y con esto la descentralización del arte; anterior a la imprenta las escuelas escolásticas que reproducían de forma mecánica, aunque artesanalmente a través de las copas a mano, los ejemplares de los tomos de estudio, quedando al resguardo en la Iglesia apostólica. Formas de reproducción que se sometía directamente a las formas mecánicas porque el escribiente dibujaba las letras sin saber su contenido.
El intento de regresar a las viejas discusiones se traslada al tema de fondo que es uso y dominio de las culturas. Ya no se puede identificar al arte en altas y bajas por el simple hecho de que esa clasificación corresponde a la clasificación de los estratos sociales y con esto la evidencia de la centralización de cual es el arte correspondiente y las desacreditaciones de las artes bajas que son parte de la masificación homogénea de las clases populares.
La mecanización del arte, no responde a la pérdida del aura, la construcción crítica de cada uno de los sujetos ante el arte mantiene la originalidad por la que fue proyectada al mundo, se mantiene el juego dialéctico, reconstruyendo el valor empírico de la experiencia.
Barbero en el libro “De los Medios a las Mediaciones”2 plantea el aspecto de conmoción, que sobrepasa a la experiencia del goce para ser parte del cambio perceptivo del mundo. Se produce una nueva línea de comunicación entre el sujeto y el objeto, se arraiga en este punto el sentido último de las expresiones artísticas, el arte como mecanismo de producción de comunicación social.
Queda entonces plantear el problema de esa pérdida del arte en el arte mismo. Las industrias culturales que son por excelencia las maquinarias de reproducción sistemática de las culturas, reflejan en su vorágine lo mismo que los copistas y escribientes de la Edad Media, en donde lo que se pone en juego es el rol de poder y la capacidad de producción de datos e información. Prepondera a través de la multiplicación determinados productos como valores culturales, sin importar la capacidad de enunciados procesados ni del contenido de los enunciados. De esta forma deja de lado las formas artísticas para convertir en productos de consumo. Se corre el doble de riesgo para las producciones de arte despojándolas de su envoltorio que las autentifican como valores culturales. La perdida de su contextualización es en definitiva la perdida de la capacidad de comunicación entre el objeto y el sujeto, se disuelve, en otras palabras, el sentido de lo dicho, la mirada del autor queda relegada a la mecanización de reproducción.


1Discursos Ininterrumpidos I Taurus 1989 Bs. As.
Quitarle su envoltura a cada objeto, triturar su aura, es la signatura de una percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que incluso, por medio de la reproducción, le gana terreno a lo irrepetible.
2Op cit. La función del arte es justamente lo contrario de la emoción: la conmoción. Al otro extremo de cualquier subjetividad, la conmoción es el instante en que la negación del yo abre las puertas a la verdadera experiencia estética.

marzo 20, 2012

El relato empírico de la construcción social

(Fragmento)

Basil Bernstein plantea el problema de la comunicación como formas de transmisión de poder y control y por esto mismo de sumisión. Todo acto comunicacional conlleva la transmisión del poder producido o reproducido. En ambos casos se proyecta el saber subordinar, como forma reproductora del poder, como así de establecer movimientos comunicacionales que permiten generar categorías de control y controlado. En este sentido se puede decir que cualquier acto de comunicación se establece el juego de poder y de sumisión cuando las categorías de los diferentes roles se proyectan en la acción discursiva.
El juego dialéctico, donde se establecen los canales de competencias queda subordinado a las categorizaciones de los enunciantes, de este modo el sistema de comunicación se establece desde diferentes sectores, en donde los posicionamientos de cada uno de los integrantes discursivos se proyectan con diferenciación categóricas.
De este modo la interpretación del discurso se somete en los actantes discursivos a través de la categorización establecida en el hecho comunicativo. Los canales de competencia se establecen por la diferenciación de la transmisión del mensaje.
Por esto mismo, la construcción desde la experiencia del relato cambia y modifican sustancialmente la estructura cognitiva de las sociedades. Aquello que por definición se establece como el juego de roles sobre imposiciones, se transforma en traspaso de conocimiento y con esto la valoración del discurso como herramienta fundamental de la adquisición del saber. Retomando de esta forma el inicio de las relaciones categóricas y la revalorización de las categorías sociales.
El hecho teórico marca una tendencia de nivelación de los diferentes sectores sociales, esto son las diferentes categorías de lo actantes, pero en este sentido, la perdida de identidad de los relatos genuinos cobran forma homogéneas del saber y la adquisición del saber empírico. El relato se transforma en la sujeción de los sujetos, cumpliendo la auto-profecía - diferentes categorías sociales que fomentan la desigualdad social-. El poder se establece en las posibilidades de enunciados perdiendo de esta forma en sentido comunicacional del propio hecho.
Las categorías, entonces, no se establecen por conocimiento teórico, sino por la conjunción de la teoría y la denominada descripción como elemento de acción directa, que necesita del relato para la transmisión del saber adquirido por la experiencia.
De esta forma la conjunción teoría y descripción hacen del relato una categorización del saber y sus formas observables de la adquisición del conocimiento. 

Bernstein, Basil 1988  Poder Educación y Conciencia. Sociologia de la Transmicion cultural

diciembre 11, 2011

La ilusión de la inclusión


La inclusión disciplinaria                                                                                        (fragmento)

Cualesquiera que sea la persona, se integra a un círculo cultural, donde limita sus posibilidades de aproximación a diferentes campos culturales, pero a la vez profundiza sus lazos culturales dándole nuevas posibilidades de expansión de su entorno cultural como de apropiación del mismo espacio. Entonces, cada sujeto esta inmerso en un sistema socio-cultural, que lo define y lo revaloriza desde sus prácticas sociales, sea comprometida, o no, con su contexto social.
Deviene entonces el interrogante clave que da inicio a varias hipótesis y líneas de pensamientos diversificados de acuerdo al eje en que se analicen cada una de las situaciones, esto es en otras palabras, la infinidad de posibilidades de abarcar cada uno de las formas de apropiación de su propia cultura y las formas de acción como agente cultural.
¿Existe una inclusión? Desde el punto teórico que se quiera responder la respuesta sera diferente. Responder sobre la inclusión en materia económica, es tan válida como la necesidad de generar las mismas oportunidades de desarrollo social e individual de cada sociedad. Pero por otro lado, la inclusión conlleva cambios sustanciales en materia cultural. Donde la inclusión se postula desde un posicionamiento epistemológico asimétrico. El concepto de incluir propone un centro de poder que tiene las herramientas necesarias para que el periférico sea parte del juego de poder del propio centro, en este punto la ilusión de la inclusión tiene formas de ayuda humanitaria que propone el financiamiento de todo tipo a los sectores más desfavorecidos. Si bien esto cubre las expectativas a corto plazo, lo que queda por detrás son las las formas de dominación a través de la dependencia del servicio de ayuda comunitaria, el dador se presenta entonces como un voluntariado de mejora social que permite al necesitado poder tener un resumen de los bienes básicos que necesita para la subsistencia. Los programas de ayuda comunitaria tienden en este sentido a cubrir necesidades de base, que optan por abrir un espacio de producción que cubran las necesidades coyunturales de la problemática social.
De todas formas queda expuesto que la inclusión se basa en las tecnologías de la producción -formas de producción de bienes que responden a la interpretación del mundo y a la vez reproducir de forma mecánica el mundo fetichista de los objetos. Quedando desplazado en el juego de inclusión las propias formas de producción de los diferentes campos culturales, o mejor dicho de los diferentes sectores culturales. Las formas inclusivas dentro de las tecnologías de producción conllevan el sometimiento disciplinario de las mismas formas de producción; esto es, disciplinar a los cuerpos para una economía de la producción y dócilizar la mente para el mejor funcionamiento del cuerpo1, evitar de estas formas las rupturas sociales para una mejor mecanización productiva. Estas formas de adoctrinamiento basado en las tecnologías de yo, que regula la conducta somete las voluntades a la misma interpretación social y cultural. Implementada desde el poder eclesiástico, donde la confesión es parte de la docilidad esperada para el incluido y a la vez la de poder moldear las formas de interpretar al mundo y con esto las formas de producción, donde directamente se impone la tecnología del poder.
Estas tres tecnologías mencionadas en sus formas vinculantes y vinculares, vistas por M. Foucault, hacen de la inclusión social un espejismo. El espejismo como ilusión es la de poder incluir a sujetos de determinada sociedad modelo, en otras palabras incluir al modelo y no al sujeto que por definición es auténtico -como imagen opuesta a la ilusión-.
Se espera del incluido una respuesta social, que esté acorde con el modelo imperante, mismo modelo que el propio centro de poder propone a los sectores que el centro desplazó y desplaza en la suerte de inclusión social y cultural. Se excluye para poder poner en marcha las tecnologías de control, ya el sujeto no es dominado por el castigo, sino por el control desde las tecnologías aplicables para la docilidad del sujeto.
Los sistemas por excelencia de dominación y de supresión de la identidad original son las instituciones, formadas para la aplicación de las tecnologías de control, sean jurídicas, educativas, hospitalarias, etc. instituciones fundantes y necesarias para la constitución de una sociedad. No se intenta endemoniar a las instituciones, sino de proponer una lectura que se va ajustando a los diferentes modelos sociales y a las diferentes políticas de inclusión social.
Las formas de ilusión de inclusión desde los propios centros de poder, se naturalizó en las sociedades, por los menos en las occidentales, desde los enunciados, en donde el otro no tiene más lugar que es uno ajeno al otro, que sostienen y fomentan el sistema de exclusión social. En todos los campos culturales existe la fuerza endógena propuesta por el mismo centro de poder del propio campo, esto revitaliza y reactiva el juego de la puja del poder central del propio campo. Así como en el sistema de la biopolítica2, en donde las tecnologías están propuestas por el centro de poder que regulariza el funcionamiento de los ingresos y egresos3 de los diferentes sectores sociales, en los campos culturales se ponen en manifiesto las tecnologías de control que el propio centro estipula como identitario del campo al que pertenece. De esta forma se hereda las estructuras que reproducen sistemáticamente las tecnologías deshumanizadas del control social. En este sentido, incluir en el sistema social es parte del mecanismo de consumo y de acumulación de bienes, en donde el grado de sociabilidad se estipula por el grado de consumo y acumulación4. Esta imagen de capitalización como forma de perpetuarse en el poder central de los campos culturales refleja el grado de centralidad o de periferia, el estatus de pertenencia se proyecta por la acumulación de los bienes representativos del campo cultural, así las acciones que identifican a los campos se superponen con los recursos que la actividad necesita para ser desarrollada. Las posibilidades de pertenencia y con esto de apropiación se estipula por el alcance de poder ejecutar la acción identitaria del campo. Lo mismo a nivel macro social, en donde las posibilidades de acceso a las herramientas y al consumo de los bienes culturales y económicos son los que posicionan el control de pertenencia y con esto estipular el centro de poder cultural. Estas formas de pertenencia a través de los bienes gananciales y del acceso a los bienes culturales, es otra de las formas de inclusión ilusoria del sistema socio-cultural. La valoración de pertenencia se establece desde el mundo fetiche de los bienes acumulados, en donde el cambio de paradigma cultural reflejan el movimiento constante de pertenencia y la rotación propia de los mercados e industrias de producción.
El consumo no se establece por la demanda, sino por la apropiación de un discurso demandante. El poder central se proyecta desde la dialéctica política, de esta forma la proposición de consumo de los bienes materiales se establece por un incremento de la formación de consumidores, que a través del tipo de consumo se identifican en determinados sectores sociales. Ya no se plantea el sujeto social, sino el sujeto de consumo. Dicho de otra forma, el sujeto de consumo es la objetivación del sujeto y con esto la sujeción a las producción de bienes materiales y culturales. Así tanto el sujeto de consumo objetivado por los intereses de producción como el mundo fetichista de los objetos son las referencias que se establecen para generar la ilusión de la inclusión.
1“... métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar las "disciplinas". (Foucault M. 2008:159-16o)
2El sistema de la biopolítica no se centra en el adoctrinamiento del sujeto sino en su endeudamiento con los sistemas de control y dominación.
3“El control se ejerce a corto plazo y mediante una rotación rápida, aunque también de forma continua e ilimitada, mientras que la disciplina tenía una larga duración, infinita y discontinua. El hombre ya no está encerrado sino endeudado. Sin duda, una constante del capitalismo sigue siendo la extrema miseria de las tres cuartas partes de la humanidad, demasiado pobres para endeudarlas, demasiado numerosas para encerrarlas: el control no tendrá que afrontar únicamente la cuestión de la difuminación de las fronteras, sino también la de los disturbios en los suburbios y guetos”. (Deleuze, G. 1997:283-284)
4Cuando los empresarios hablan de abandonar la idea de vender los productos uno por uno a tantos clientes como sea posible y, por el contrario, que hay que concentrarse en establecer relaciones a largo plazo con cada cliente individual, lo que de hecho están destacando es el potencial que tiene la mercantilización de la completa experiencia vital de una persona. Los especialistas en marketing han acuñado la frase «valor de la esperanza de vida» (VEV) Rifkin, J. (2000) La Era del Acceso

noviembre 29, 2011

Identidades y sociedad

La relación entre el sujeto y su identidad, como forma constituyente del ser-en-sí y su proyección del ser-para-sí, van generando una dinámica coyuntural en materia cultual. El sujeto se identifica con las proyecciones culturales y a la vez reafirma su posicionamiento en esa misma proyección. Cada una de las manifestaciones culturales van dándole valor subjetivo a la relación entre el sujeto y su cultura. La apropiación del bien cultural propone nuevas formas de reconocerse en el medio y estas a la vez hacen del reconocimiento ya formalizado en el sujeto. En otras palabras, el sujeto se proyecta desde el dasein tomando desde esas posibilidades dadas desde la misma proyección. La identidad entonces se constituye con un elemento referencial y actante a la vez. En los movimientos constantes del sujeto y la cultura a la cual se identifica, ejecuta profundizando su identidad, va a ponerla en crítica desde su propio ser-para-sí, regresando nuevamente a sus posibilidades de identificación cultural.
El medio, su entorno socio-histórico, es el elemento básico en donde las relaciones de identidad y acción identitaria van cobrando sentido, se reconoce en el medio, en la medida en que se apropia del medio en el que se desarrolla, lo resignifica constantemente y lo valoriza desde el corte subjetivo proponiendo desde la crítica un elemento de valorización cultural. Estos movimientos constantes entre el entorno y el sujeto, y la relación proyectual que el mismo sujeto realiza como formas de apropiación son evidentes cuando la valorización cultural es la convergencia de todas las sumas de subjetividades y formas de valoración técnica, que desde la misma valoración técnica logran formar la convergencia de las identidades constituidas. El caso más claro que se ppodría mencionar son los patrimonios tangibles o concretos, en donde la valoración profesional o técnica dan sentido de apropiación socio-histórico-artístico-cultural. El sujeto se identifica desde una valoración que es dada por los saberes académicos y con esto mismo logra formar una relación de apropiación entre el objeto concreto y su identidad. Propone en un movimiento de crítica una valoración constante dándole nuevo significado o resignificándolo de acuerdo a su apropiación. Así la relación de apropiación se da desde un marco legal y profesional, pero la identidad apropiada se genera desde una relación subjetivada.
En el caso de los patrimonios intangibles o abstractos, que se sostienen y se perpetúan desde la misma manifestación, la relación entre identidad y objeto no concreto cobra diferentes formas de apropiación, no se conjuga en una relación intrapersonal sino en una relación de colectividad. Cada uno de los sujetos se ve parte de un colectivo que refuerza su ser-en-sí y lo proyecta en ese estar ahí, no sólo como un integrante más, sino como un aspecto actancial en la formación de la identidad, la participación de las manifestaciones culturales recobran sentido constante como parte del movimiento cultural al que pertenece, esto lo identifica con los otros que de la misma forma cubren cada uno de los espacios de manifestación cultural. La relación entre cada uno de los sujetos que se constituye dentro de una manifestación refuerzan el sentido de pertenencia y a la vez afianzan el mismo sentido de pertenecer. De esta forma la valorización cobra sentido como un espacio colectivo de identidades símiles. Quienes no son activos en la manifestación cultural, la identidad se revaloriza del mismo modo, no como participantes directos, sino como consumidores activos de la identidad colectiva.
Estos modos de apropiación del medio como de la manifestación socio-cultural, son elementos emancipatorios, en donde la valoración de los bienes culturales generan identidad tanto de formas individual como colectiva, se convergen desde la apropiación o se proyectan desde la identidad para refundir sus propias identidades y a la vez proyectarlas por fuera del grupo colectivo hacia la sociedad en general. La emancipación por lo tanto es de carácter distintivo, en el sentido identitario, en donde cada uno de os sujetos son actores activos de su propia cultura y a la vez de revalorazarla generan conciencia de su propia identidad en el ámbito colectivo; a la vez que se nutre de las manifestaciones colectivas y/o convergentes.