septiembre 05, 2012

La máquina del Aura

Les expresiones culturales, las más identificables son las del las artes, en sus formas de producción como de expresión y conocimiento del mundo, son creaciones y anteriormente proyecciones de la visión del mundo y su contexto sociocultural. De esta forma la representación cobra sentido y valoración social, tanto en materia subjetiva como de objeto de uso y cambio. Pero esta autenticidad que plasma cada una de las obras no se aleja del del sector y del origen en donde la obra es concebida. Desde la proyección el sujeto se para ante una realidad próxima o circundante a él proyecta en su hacer aquello que lo motivó para la realización, esto inevitablemente lleva a la fragmentación de la visión, o dicho de otro modo, a la focalización del tema; y con esto a sus espectadores o usuarios que están en sintonía con la obra, esto se puede simplificar al juego de los campos culturales de Bourdieu y -sin ser sinónimo- a los roles sociales del biopoder dentro de la sociedad de cada uno de los sectores que confluyen en una sociedad. El autor ante la obra y el espectador o usuario frente al consumo de la obra que se proyecta hacia el mundo en una suerte de dasein hacia el mundo fragmentado por las interpretaciones del espectador.
En este sentido, cada obra es única e irreemplazable, pero cuando las industrias culturales masifican el producto, descartando el arte conllevado en el proceso de producción, o las nuevas tecnologías plasma de reiteradas maneras el producto artístico, parecería que la valoración de la obra se pierde en la maquinaria de producción. Esto a Benjamin1 le llevó formular su teoría de las auras en las producciones artísticas. Cada obra contiene el aura que le da originalidad (autenticidad) y con esto genera demandas por parte de los espectadores o usuarios - al referirse a originalidad, no se está planteado el concepto de extraordinario, sino a la formación o creación del objeto artístico-. La mecanización del arte derivó a plantearse problemas y se sigue planteando problemas con respecto al aura.
Deteniéndose en este punto, es preciso describir que el aura es aquello que impregna a la obra en su propia dialéctica en marcado en su tiempo, como objeto fiel a la visión del autor en su contexto, y se conjuga con la concreción del objeto al ser consumido o usado por el público, de ahí la naturaleza de exponerse y de expulsarse al mundo en su propio dicho. Un decir que se multiplica en las diferentes interpretaciones que la obra contiene. Esto indefectiblemente cambia el modo de percibir al mundo generando un nuevo discurso que posibilita otra obra y con esto una reinterpretación del mundo percibido por el o los artistas, el mundo cambia de acuerdo a las interpretaciones que se tiene sobre él, y esto regresa en forma de expresión cultural, completando o iniciando un nuevo ciclo. Estos movimiento que son parte del ejercicio colectivo al que Benjamin describió como arte colectivo. Una obra es inacabada en este sentido, en donde el decir de la obra se va a multiplicar, generando nuevas formas de interpretar al mundo y con esto nuevas formas de expresiones culturales.
En nuestra era de comunicaciones y de globalización de los datos, se vuelve a temer al viejo fantasma de las reproducciones mecánicas, en donde la obra pierde el poder discursivo ante la masificación de las reproducciones y con esto a la masificación de los espectadores o usuarios. Es un viejo fantasma desde el momento en que esto se planteaba ante la imprenta, donde las clases altas y la burguesía perdían el centro de poder y con esto la descentralización del arte; anterior a la imprenta las escuelas escolásticas que reproducían de forma mecánica, aunque artesanalmente a través de las copas a mano, los ejemplares de los tomos de estudio, quedando al resguardo en la Iglesia apostólica. Formas de reproducción que se sometía directamente a las formas mecánicas porque el escribiente dibujaba las letras sin saber su contenido.
El intento de regresar a las viejas discusiones se traslada al tema de fondo que es uso y dominio de las culturas. Ya no se puede identificar al arte en altas y bajas por el simple hecho de que esa clasificación corresponde a la clasificación de los estratos sociales y con esto la evidencia de la centralización de cual es el arte correspondiente y las desacreditaciones de las artes bajas que son parte de la masificación homogénea de las clases populares.
La mecanización del arte, no responde a la pérdida del aura, la construcción crítica de cada uno de los sujetos ante el arte mantiene la originalidad por la que fue proyectada al mundo, se mantiene el juego dialéctico, reconstruyendo el valor empírico de la experiencia.
Barbero en el libro “De los Medios a las Mediaciones”2 plantea el aspecto de conmoción, que sobrepasa a la experiencia del goce para ser parte del cambio perceptivo del mundo. Se produce una nueva línea de comunicación entre el sujeto y el objeto, se arraiga en este punto el sentido último de las expresiones artísticas, el arte como mecanismo de producción de comunicación social.
Queda entonces plantear el problema de esa pérdida del arte en el arte mismo. Las industrias culturales que son por excelencia las maquinarias de reproducción sistemática de las culturas, reflejan en su vorágine lo mismo que los copistas y escribientes de la Edad Media, en donde lo que se pone en juego es el rol de poder y la capacidad de producción de datos e información. Prepondera a través de la multiplicación determinados productos como valores culturales, sin importar la capacidad de enunciados procesados ni del contenido de los enunciados. De esta forma deja de lado las formas artísticas para convertir en productos de consumo. Se corre el doble de riesgo para las producciones de arte despojándolas de su envoltorio que las autentifican como valores culturales. La perdida de su contextualización es en definitiva la perdida de la capacidad de comunicación entre el objeto y el sujeto, se disuelve, en otras palabras, el sentido de lo dicho, la mirada del autor queda relegada a la mecanización de reproducción.


1Discursos Ininterrumpidos I Taurus 1989 Bs. As.
Quitarle su envoltura a cada objeto, triturar su aura, es la signatura de una percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que incluso, por medio de la reproducción, le gana terreno a lo irrepetible.
2Op cit. La función del arte es justamente lo contrario de la emoción: la conmoción. Al otro extremo de cualquier subjetividad, la conmoción es el instante en que la negación del yo abre las puertas a la verdadera experiencia estética.

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