noviembre 18, 2011

El poder de la palabra en la realidad social

El poder de la palabra en la realidad social *



La literatura como producción legitimada y la producción de discurso social
Esta presentación se centrará en los diferentes ejes sobre el poder de la palabra en la realidad social. Dicho eje ya presenta una línea que se intentará abordar de forma aproximada a aquello que hace a la cuestión de sociedad y poder discursivo. En esto me centraré en una primera parte en la literatura legitimada y las producciones sociales.
Al plantear el poder de la palabra, estamos posicionando un lugar privilegiado en materia literaria, no por ser un canal más de comunicación, en donde pelea el protagonismo, sino a la literatura como un aspecto fundante de la comunicación moderna. Debemos antes que nada ver cual es el poder referido a la palabra y como repercute esto mismo en las sociedades.
Se sabe en la actualidad que el dato es poder y el dato de por sí es enunciado, dicho en otra forma, el dato es la palabra que forma el mismo lugar de poder, esta puede estar centralizada, aparatos políticos y políticas sociales, como así centrada los poderes de los diferentes campos culturales, los cuales en el juego de relaciones e interrelaciones se propone una suerte sustantiva del lugar correspondiente que conforman dichos campos culturales, la centralidad radica en generar una palabra de poder centralizada y este mismo juego de centralización es también por las estructuras estructurantes. Aunque esto parece que deja de lado los movimientos económicos, lo cierto es que dichas economías, aspecto que se tomará más adelante, es parte del juego de poder y controla los enunciados como forma de proponer, imponer y ejecutar el poder. “...el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse”.(Foucault El orden del discurso)
En esta suerte de introducción al tema, se definen líneas propuestas por los estructuralistas, que en el mundo literario también se pusieron y persisten en esta suerte de relaciones culturales la legitimidad de la literatura como un lugar codiciado por ser representativo del poder. Aunque no se pueda definir la centralidad del poder que en la literatura se proyecta hacia la sociedad, sí se puede enunciar líneas que hacen de los campos culturales literarios la competencia de centralidad del poder. En otras palabras, el campo literario es amplio, desde sus diferentes facetas en donde manifiestan los lugares de cada agente literario, puja por la centralidad del sector dentro del mismo campo. Así lo pre-escriben desde las críticas literarias, pero a la vez también lo proponen los aspectos económicos que mueven los rumbos del mercado.
Hablar en estos términos sobre la literatura genera una resistencia lógica en donde el juego literario pasa a a ser un juego de poder, centralizar la jerarquización dentro del mundo literario y a la vez el movimiento de fronteras que hacen del mismo campo la periferia literaria. En este sentido se profundiza el segundo aspecto del título que es la producción del discurso social. Pero este mismo movimiento descentralizado de la producción discursiva social es un nuevo punto de tensión entre los poderes centralizados y las periferias. Las nuevas formas de producción y manifestación literaria proponen una suerte de centralidad de dichas producciones que no entran en el campo crítico, son de producción en masa, o dicho de otra manera, son las producciones sociales que están por fuera de los circuitos de las industrias culturales y que no están sujetas a las teorías y análisis académicos.
El arte que se proyecta desde el mismo autor en relación directa con el lector, promueven y adoptan formas que hacen de la literatura un movimiento constante. La crítica literaria, en este aspecto, no se cierra en teorías y análisis profundos, sobre el tema y los referentes sígnicos del propio tema, ni siquiera de la trama; la crítica es colectiva, de corte personal y subjetiva, trabaja como disparador social, promueve el mecanismo de relación entre los actores que hacen de la comunicación un ente vivo y movilizante.
Retomando aquello que fue quedando como aspectos centrales del campo cultural literario, podemos reflexionar sobre los circuitos y sobre las formas de producción, esto nos va a dar una idea muy poco clara sobre a lo que se refiere centralidad del poder porque lo que se pone de manifiesto es aquello que hace al campo una legitimidad social. Sí bien los movimientos mercantiles con respecto a la literatura da un referente real y concreto, no deja de ser un referente.
Para ejemplificar esto es necesario tal vez remitirse un poco a la historia de la literatura. Podemos evocar a los clásicos de cualquier tiempo y época. Podemos desde la historia poder generar líneas directas con el contexto socio-histórico de la obra, realizar análisis sociales y antropológicos. A su vez podemos ir definiendo sobre los poderes que fueron afianzado las posturas políticas sociales y de cómo estas fueron reproducidas en la literatura. Podemos recordar como ejemplo los cambios sociales en la Revolución Francesa y los cambios en el romanticismo, como sus referentes románticos en la Argentina fueron acompañados por los poderes políticos partidistas. En este mismo ejemplo, del romanticismo, podemos ver como la literatura fue el referente ficcional -y hasta interrogativamente ¿ficcional?-, del rol que la literatura tuvo y se proyecta desde el pasado en el presente. Aun así no sabemos nada de las vanguardias de la época romántica, lo que quedó fueron los movimientos románticos que desde la educación formal se sostiene a lo largo de la historia. Desde esos puntos de vista es que se formó y se recapituló la historia de la literatura, centralizándola en un poder que es propio de la palabra legitimada.
Estas formas de preservación de la palabra y la autenticidad de los poderes que se sustentan, desde el mismo discurso, proponen juegos de centralidad, pero con este mismo movimiento juegos de desplazamientos, allí es en donde reside la palabra oculta o vedada. El inventario literario es incontable, pero más aun cuando se proyecta desde la historia la incalculable voces que no fueron parte del juego de poderes. Desde esas bases es en done se formó y se forma el consenso social sobre la literatura. Clasificamos de acuerdo a las estructuras las literaturas altas o las literaturas de menor envergadura, generamos en definitiva una selección que no es propia de un discurso social genuino, sino que la selección se realiza sobre la legitimidad del discurso.
El mercado literario va a responder a esas formas legitimadas de un discurso literario y por esto mismo es un referente de los lineamientos sociales. Por un lado responden a las demandas del mercado y por el otro sostienen las formas centralizadas de los poderes centralizados propuestos por los estudios literarios. Queda en se llamó la resistencia, aspectos discursivos de las producciones literarias, nuevas formas de producción y distribución que no van a responder a demandas sociales, sino que responden al corte subjetivo de la producción y a la vez amplían la diversidad lectora-productora.
Desplazándose un poco sobre las presentaciones de los estructuralistas, se puede enfatizar en estos movimientos sociales que son de resistencia, en donde se pone nuevamente en tela de juicio los valores literarios, se abre un camino de comunicación directa con la obra y se resignifica. Estos movimientos que son propios de la naturaleza humana dejan o generan la libertad del lector ante la obra en donde habilita todas las posibilidades existentes. Así un lector puede no solamente leer un libro sino que sea parte de su realidad, o tal vez de dejar la lectura por gusto, tiempo o entendimiento y sacar sus conclusiones. En cualquiera de esas posibilidades el lector que es el que tiene la última palabra es quien hace el movimiento interpretativo, genera nuevos discursos y los propone en esta suerte de proyección social discursiva. Más allá de las estructuras estructurantes en donde se genera el habitus y con esto la identificación dentro del campo cultural perteneciente a la rama literaria, toda obra es “maestra” de acuerdo a su lector, forma un vinculo único en donde sin importar la presencia del mercado, selecciona y hace propio la lectura y con esto presenta nuevas formas de integración entre la ficción y la realidad.
El signo, código y referente, simbologías impuestas en el consenso social
La relación entre el texto y el lector es una relación íntima, se generan en el mismo momento del ejercicio de lectura desplazamientos entre el sujeto y el texto. De esta forma la interpretación realiza, en un conjunto de juegos dialécticos, la polisemia entre los referentes y los signos. Pero unificando, algunos puntos vamos a tomar los temas como forma referencial de las obras con su signo.
Podemos saber de que trata el tema, todos sabemos a que se refiere una obra, podemos hasta incluso tomar postura sobre el mismo tema y debatir sobre como en la trama discursiva se fue tomando dicho referente. Es en este momento que el signo-obra-referente es parte de la interpretación del texto leído. Pero en la suerte del juego dialéctico a cada uno de nosotros nos disparará elementos que tiene que ver no sólo con el tema tratado, sino con las formas que el mismo tema presenta, la polisemia no es más que esa abertura que se deja entrever entre el signo y el referente. No se genera un único camino referencial (denotativo), sino que se proyecta diferencias sustanciales que hacen del tema la polisemia interpretativa, llegando a sobrepasar la connotación sígnica.
De esta forma, las estructuras estructurantes no son de por sí aplicables, aunque en esto Bourdieu no estaría de acuerdo. Según el sociólogo francés, las estructuras son heredadas y con esto nos estructuralizan, tomamos al referente de acuerdo a nuestras estructuras heredadas y nos condicionan en el contexto socio-político en el cual leemos la obra. Desde ahí es que nuestra interpretación va a estar sujeta a las formas académicas de la interpretación literaria y con esto asegurar la estructura heredada. De esta forma reproducimos el habitus en el cual estamos inmersos. Estas formas de interpretar al mundo y sus relaciones sociales, dejan de lado las posibilidades que el sujeto puede generar en materia de interpretación crítica, así mismo generar espacios de debate que hacen de la sociedad y la cultura aspectos móviles y movilizantes. Existe un flujo continuo entre el objeto y la subjetividad del lector, donde las estructuras pueden ser parte de la condición de lector, como así pueden ser condicionantes del autor, pero entre ambas condiciones, existe ese flujo interpretativo que siempre terminará por ser liberador.
En esto que se fue exponiendo se formula el cambio continuo entre referente y su signo, no desde un debate entre los signos naturales y artificiales, sino en las formas interpretativas de los significantes.
Nos encontramos entonces ante la dualidad que es difícil de sortear, pero tal vez sea innecesario poder dilucidar donde el sujeto se libera de las estructuras y cuales son las que respondan a las mismas líneas estructurantes.
El habitus y el enunciado (el discurso apropiado)
No se puede negar que estamos condicionados desde dos lugares, sea el contexto histórico, como así del contexto momentáneo, donde ambas se reconstituyen en las estructuras estructurantes. Éstas que se refuerzan en el sentido unidireccional -reestructura al sujeto en su propia estructura- deja al sujeto por fuera de las posibilidades de cambio radicales, y en todas formas los cambios son generados por las mismas fuerzas antagónicas en donde el sujeto actúa y se desenvuelve. Generando de esta forma un movimiento circular de formación y refuerzo de las mismas condiciones.
En el ámbito literario, en donde las estructuras dominantes sujetan a la persona en la propia dinámica de lectura, y con esto la falta de interpretaciones variables, hacen de esto un movimiento acotado, mínimo, en cierto aspecto; muchas interpretaciones que se convergen en las mismas estructuras sujetan las personas de un mismo campo en una interpretación no apropiada, esto es no se apropia de la interpretación, quedando en la reproducción del sentido literario. Este modo de relación entre las producciones literarias y los sujetos responden a los modelos elitistas, en donde la élite es el campo de poder central que dictamina la buena mala o mediocre literatura,
En un aspecto diferenciado con el sociólogo francés los cambios que se generan en las diferentes esferas del mismo campo cultural, esto es, las variables existentes que hacen el campo cultural un espacio múltiple, no responden, en la actualidad, al centro de poder. Se genera de esta forma nuevas formas relacionantes que aunque estén dentro del mismo campo cultural discrepan en su totalidad con lo llamado centro de poder o cultura elitista; forman en definitiva el juego interpretativo un sentido sinonímico de la literatura.
Existe una lectura propia, esto es, un discurso por fuera del discurso legitimado que hace de la literatura un sistema móvil, desplaza constantemente los lugares establecidos como cultura válida y reformula los sistemas sociales. Así como se dijo, que todo discurso es política, en la literatura, aunque no estén enunciando una ideología partidaria, proponen formas sociales que son denunciantes o reformulan a las sociedades existentes. De esta forma nuevos mecanismos de identidades se ponen en manifiesto, cambiando no sólo el estado sujetado a las estructuras, sino que liberan a las sociedades desde diferentes ángulos.
La literatura como emancipadora de pensamientos y de ideologías, transforman al ser en una entidad constante y a la vez móvil, propone desde sus estructuras nuevas formas de relación, genera en otras formas estructuras de relación social que no responden a lógicas predeterminadas, sino a formulaciones que hacen del dinamismo social una concreción de lo que se plasma en la literatura.
Así, en movimientos de aproximación o de alejamiento, reconoce o rechaza posturas que denominan la centralidad de la legitimada del poder. El discurso político se transforma en acción social, y con esto nuevas formas de apropiación de la realidad que hacen al cambio concreto, revitalizándose de esta forma al discurso político en acción política. Queda entonces por descubrir que sí existe el habitus, pero este no es el de responder siempre a las estructuras estructurantes, sino más bien de responder a su contexto personal y colectivo. Sería una suerte de habitus de cambio constante (formas contradictorias del concepto habitus, pero que pretende establecer movimiento continuos como formas naturales de la sociedad), la literatura semeja al sujeto en su condición, y a la vez se crea literatura desde esa misma condición movilizante.
El cambio constante es una de las respuestas que se van generando desde las bases para responder a los lineamientos que se fueron generando desde la era moderna. Ya no se cierran en mundos o campos culturales, sino que se manifiesta en diferentes ordenes sociales, no se categorizan por estratos o niveles sociales, ni mucho menos por las funciones instrumentales del funcionalismo lógico.
La literatura como un movimiento social que se proyecta hacia la misma sociedad, alimenta y retroalimenta a cada sujeto que está en el juego dialéctico. Cada sujeto es un potencial político y se constituye socialmente como un agente político, forma relaciones intraculturales desde el juego discursivo, es parte de los cambios sociales. Tal vez es la única de las formas perpetuas del hombre es el de ser protagonista de su vida y con esto las formas de producción tanto literarias como discursivas.
Sí bien existe una diferencia insoslayable entre discurso y literatura, en el mundo actual, la literatura invade todo tipo de orden social, desde los textos informativos hasta los estudios literarios de las formaciones de la educación formal, desde el goce íntimo de una película hasta el ver de reojo en un colectivo lo que el otro está leyendo. Formas, en definitiva, diferenciadas de apropiarse de la realidad expuesta y modificada desde la literatura.
No se intenta desacreditar a toda la historia de la literatura, ni descartar las teorías literarias, sino la de propiciar, como forma elemental social, la aproximación de los campos culturales que forman al mundo literario en una validación completa y compleja. La integración de los diferentes sectores hacen que el poder discursivo, sea en las formas clásicas como en las emergentes la conformación total de la multiplicidad de actores en el ámbito literario.

*Tercera ponencia en la VII Feria del Libro de Mar del Plata 2011

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