noviembre 18, 2011

Aproximación a Obra Abierta

Aproximación a Obra Abierta *
Introducción:
Al tratar Obra Abierta, como elemento constitutivo de las obras de arte, sean las áreas que fuese, la obra no se plasma como inconclusa, y por esto mismo se presupone una apertura para su conclusión. En el caso de las obras inconclusas, nos presentamos ante la obra como un objeto concluso en su forma no definitiva. Si bien esto no es propio de la literatura, en donde una obra no se terminó, alguien del entorno del autor completará dicha obra literaria. Pero esto no implica que la obra sea en si completa, sino cerrada. Este término que en apariencia es antagónica, la obra abierta y la obra cerrada en sí misma, no deja de presentar formas de apertura hacia el lector, en el caso de la literatura. En definitiva, el concepto tratado de Eco sobre Obra Abierta, no es sobre la conclusión o la falta de término, en ambas el consumidor del objeto hace de la obra un movimiento de apertura.
Planteado así el problema de obra abierta y obra cerrada vamos a ingresar a los puntos ejes que hacen en definitiva que una obra de arte sea tal, la del autor y la del lector.
La acción creadora del autor
En primer lugar, vamos a ver la acción creadora, los movimientos internos que el autor realiza, además desde el posicionamiento que el autor toma para poder expresarse desde su obra. Antes de ingresar de lleno en el tema, es válido aclarar que estos puntos no refieren directamente a la obra en sí misma, sino al proceso creador del autor.
Varias son las teoría que plantean la acción creadora del autor, tomamos algunos aspectos que son fundantes en cualquier autor de cualquier época.
Las figuras que se utilizan para poder relacionar al autor con la obra es el contexto histórico, pero además el contexto historicista del autor, esto es, el contexto en donde está situado el autor, la relación socio-política que impera en el momento histórico, pero a la vez el momento social en que el autor se encuentra, su interpretación del micro espacio en que habita dentro de esa realidad que es mayor a su perspectiva, condicionando al autor y a la obra en ese momento. El momento no es el simple paso del tiempo, sino del proceso que internamente el autor vive. Su cambio de humor, su perspectiva de la vida, sus relaciones sociales o la carencia de ella. El acto creativo es en casi todos los casos, o por lo menos en los casos que conozco, un proceso lento, casi inconsciente que el autor transita. Además en la misma profesión, el autor va a ir implementando estrategias para su elaboración del texto, lo escribe, lo relee, los reinterpreta, busca internamente a su lector ideal, pasa por el periodo de reescritura y revisión, hasta que en algún momento cree, en ese instante de relectura que la obra es su contexto historicista lo ha concluido, cierra la obra de forma que quede para el lector, ya no idealizado, sino el lector supuesto de la obra. En ese momento, en donde el lector es un supuesto y queda liberado a la sociedad, la obra cerrada se abre, se proyecta en el dasein hacia el mundo, se proyecta estando ahí, siendo la obra y sus consecuencias, siendo la misma obra y sus posibles lectores.
Esta idea de ver a la obra como un objeto animado es en verdad para poder introducirse en los que Sartre denomina al autor comprometido, lejos de presentar ideologías políticas, aunque el peso en la postura de Jean-Paul es netamente política, vamos a despojar de este sentido de intensión para verlo desde esa relación entre autor-ser-en-sí y la realidad constituyente del autor-ser-para-sí.
El autor está condicionado por su contexto, pero a la vez responde desde ese contexto a la realidad, no ya como una representación de la realidad sino como un observador crítico y activo de la realidad, la transforma la modifica sustancialmente desde la obra misma. Esto que Sartre denomina el autor comprometido, es sin duda una de las teorías que desde y hacia el autor se establece.
Otra de las posturas es el autor lúdico, en donde el juego literario da las herramientas necesarias para que la acción creadora sea en definitiva una respuesta crítica sobre la realidad.
Se habla también del autor introspectivo, en donde el jugo de relaciones entre ideas y realidad se trastocan convirtiendo la obra en una herramienta de comunicación subjetiva, la realidad no se traspasa a la obra sino que la obra le da nuevo significado a la realidad. Así podemos establecer varias líneas que presentan al autor en diferentes formas, pero siempre el autor está en contacto con esa realidad, aunque más no sea para darle un nuevo significado.
La idea de presentar estos aspecto que presentan diferentes modelos o tipos de autor, son para ubicar en esos contextos temporales a la obra. En este sentido se puede estar tranquilos que nunca se dejará de ficcionar a la realidad, nunca un libro cerrará del todo cualesquiera el tema a tratar. Siempre un libro será nuevo, siempre será novedoso. En definitiva la obra en sí cerrada, tiene tantas condiciones que termina siendo un finito en el tema, pero también tiene sus posibilidades de otros condicionamientos que a la sumatoria de condiciones, no como un total, hace a la multiplicidad de lecturas posibles.
En este aspecto es en donde se constituye parte de lo que Umbreto Eco presenta como teoría literaria, la obra por más cerrada que se presente ante el mundo, no deja de ser abierta, hasta es más dice que cuanto más cerrada sea la obra, esto quiere decir, que cuanto más condicionada por el punto de vista del autor, su relación con la realidad, tanto en materia histórica como historicista, cuanto más acabado sea el tema, más apertura tendrá. La obra abierta no se ciñe únicamente en lo inconcluso de la obra, no se refleja en el borrador nunca publicado, sino que se proyecta hacia el mundo en las formas más cerradas.
La narración múltiple
La otra parte que hace al concepto de obra abierta, o por lo menos el segundo eje que presentamos en este tema es la del lector, que al estar bajo la influencia de la realidad, en sus dos formas -histórica e historicista- se conecta con una obra. Se puede decir exactamente lo mismo que con el autor, el lector está supeditado, condicionado, sujetado a su contexto socio-histórico, su humor, su proceso de lectura, su nivel académico y la concordancia socio-política con el autor. O en todo caso, todo lo opuesto, su no nivelación en forma de competencias de saberes, y la lejanía en la postura política, no sólo por tener una interpretación de la realidad diferente, sino también que distante a la del autor.
No sabemos, cual es la postura política de Victor Hugo, por más que hayamos leído el Prefacio de Cromwell. Dilucidamos que su tendencia era burguesa que respondía a los lineamientos cristianos, pero no sabemos que tan crítico de esa realidad lo era, si en verdad el Prefacio de Cromwell fue de pura sepa Hugista, o estaba condicionado por su contexto social -el inicio del Romanticismo-. Así y todo estas dudas interpretativas en donde podemos poner en tela de juicio todo lo que estamos leyendo hacen de una de las obras más cerradas la apertura más amplia que se pueda expresar. Se le suma a esto que la apertura de la obra se va internando en todo aquello que el autor sufrió -como forma de modificación de la realidad-, el lector va husmeando en el proceso de lectura los mecanismos que el autor deja entrever en su obra. Detecta en ese devenir de la lectura los posicionamientos que la obra plantea, la realidad que dista de la realidad confluyen en una multiplicidad de lecturas posibles.
La obra, entonces, no se sujeta a una única e irrepetible narración, sino que se multiplica desde aquellos elementos que parecen coartar la obra, el condicionamiento no como forma de cierre de posibilidades, son como forma multiplicadora de esa narración que hace de la obra única e irrepetible.
Deteniéndonos en esto que parece una contradicción, donde la originalidad se pone en juego, el concepto de obra abierta pone en manifiesto que las múltiples lecturas no es la copa de la obra, sino que es la apertura a la interpretatividad, a la vez pone en manifiesto sentires de dos continentes unidos por la obra, el lector se pone en contacto con el autor a través de las ideas plasmadas. El tema de la obra en el nexo concreto entre ambas personas que desde su perspectiva ponen en manifiesto la multiplicidad de voces en una misma narración. Este movimiento que es generativo de nuevas realidades, se concluyen en la acción lectora. Ya el lector dejó de ser un decodificador de mensaje, sino que se trasforma en elemento comunicativo, el código cumple con la función social de transmisor de mensaje, multiplicándose en la cantidad de lectores activos.
Para cerrar estos dos puntos propuestos se tendría que exponer, y esto para hacer justicia de ambas partes, la cantidad de lectores que se puedan apreciar; así como los tipos de autores, se tiene que pensar entonces que tipo de lectores.
Esta encrucijada que se presenta como un imposible en la diversidad, se puede presentar dos modelos, que sí bien no son prescritiva, si son propositivas.
Para esto me voy a valer de la obra de Julio Cortázar, que desde caminos diferentes llegan a la misma propuesta de Obra Abierta, en Rayuela, Morelli (capítulo 79) propone el estudio de dos tipos de lectores, el Lector Macho y el Lector Hembra. Si bien esto le costó a Julio más de un oprobio y epítetos diversos, la propuesta desde el persona Morelli es la de la actividad lectora, proponiendo de esta forma una lectura activa contra una lectura pasiva. La actividad no se reduce simplemente al ejercicio mecánico, esto propio del lector pasivo, en donde la lectura comprometida queda por fuera gracias a la mecanización lectora, sino que se presenta desde la actividad comprometida, que cambia el sentido del significante.
En esta propuesta de Julio Cortázar sobre los tipos de lectores, la misma obra Rayuela propone que el lector sea activo, o mejor dicho la invitación a ser lector activo (macho) en la lectura completa de la obra. Pero así y todo deja abierta la invitación a la posibilidad de la lectura pasiva, en donde se seguirán los capítulos de forma numéricamente ordenada.
Es válido notar que en ambas propuestas, que se cierran en los tipos de lectores, son contradictorias, la selección de la lectura ordenada o a los saltos, son formas concretas de la actividad del lector. El simple hecho de la selección de la lectura, la obra ya deja de ser esa creación individual, el autor desaparece detrás de la obra, se convierte en un anónimo que se recuperará en la relación que el lector hace a través de la lectura. En otras palabras, tener la posibilidad -como forma del ser que se proyecta en sus posibles, y con esto la diferencia de posibilidades y opciones- de lectura. El lector tiende a generar el movimiento de aproximación en el momento de decidir la lectura, se convierte consiente o inconscientemente en parte de la obra.
Esta idea del lector envuelto en la ficción, ser parte de ese momento creativo-no lo yo a llamar recreativo por las connotaciones que esa idea lleva- es quien hace de la obra su verdadera identidad, la de ser leída. En el cuento “Continuidad en los Parques” e protagonista sufre y paga con la vida la de ser parte de la obra.
Se le suma a esta relación, como cualquier relación el duelo, el divorcio, el casamiento, propio de la relación humana. El lector puede dejar la obra sin terminar, esto no lo hace un lector pasivo, o hembra en términos Cortazarianos, sino en un lector crítico y resuelto, tal vez más de lo que el autor espera de su lector. El lector se convierte así, no en el receptor pasivo, la comunicación se traspasa a quién crea, desde su interpretación el hecho literario.
Resumiendo, la creación del autor, en su proceso inicia y proyecta desde la obra un lazo comunicacional, eyecta hacia el mundo un cambio de la realidad. Uno de los profesores que tuve en el profesorado definía a la obra literaria como buena o mala en el sentido particular, esto es siempre que un libro es bueno es porque al lector le pasa un algo interno, existe un antes y un después. En otras formas se puede decir que un mal lector o un mal espectador es aquel que no le pasa nada, cuando la obra que se muestra no le produce nada, ni repulsión ni asombro o maravillarse, rompiendo de esta forma la realidad del lector. Pero el hecho literario no se cierra, de esto es lo que se plantea en Obra Abierta, en la escritura, sino el el hecho semiótico que se concreta en el conjunto del ejercicio de la lectura.
El lecto-autor
De esta forma podemos entonces poder presentar la figura del lecto-autor, figura que no concluye el hecho literario, sino que resignifica la literatura. El lector comienza nuevamente con el proceso literario, lo consume, pero no lo cierra, sino que le da nuevas posibilidades a la obra de proyectarse de forma diferenciada. El ejercicio de la lectura, esto es la acción lectora, construye el mismo proceso que el autor al escribir la obra, no desde el mismo punto que nace la obra, sino desde el mismo punto en que la obra se renueva y recomienza un nuevo y ampliado circuito abierto.
El autor genera el proceso de escritura a través de una idea, formula el plan, elabora los procesos de selección adecuando la obra a su parecer, trabaja sobre el tema reformulando constantemente la obra, teje y desteje la trama, tensiona los puntos en donde el lector pueda avanzar o descansar para que la acción lectora tenga el sentido más próximo a su obra. El camino que realiza el lector es desde el punto cero de conocimiento, va cruzando los hilos de la trama, genera los espacios de tensión y de relajación, proyecta su conocimiento de la trama rearmando constantemente el hilo discursivo. En otras palabras va generando relaciones con los signos, resignifica el referente y los adapta a su interpretación. Ambos lector y autor, movilizan mecanismos internos para ir avanzando en la trama. Pero estos avances, como se dijo son diferentes, están condicionados y a la vez liberados. El lector en definitiva camina el mismo rumbo que el autor, pero con pasos diferentes, con tiempos diferentes, el lector se desprende así de las palabras propuestas por el autor y las revaloriza dando y generando nuevos enfoques, nuevos pareceres.
Mónica Pini toma la definición de Textura del discurso que es la unidad discursiva del texto siendo esta la organización e interrelación de elementos que componen cada unidad de discurso y se concretan en el texto, es decir su entramado de relaciones. “Polarización se denomina a la estrategia de mencionar y enfatizar nuestros aspectos positivos y mencionar y enfatizar sus aspectos negativos. Minimizar o negar nuestros aspectos negativos y minimizar o negar sus aspectos positivos”.
A estos aspectos de la formación de estrategias de lectura crítica y de recomposición o elaboración textual, se le suma los aspectos intertextuales e interdiscursivos de la lectura crítica. Cada una de las partes que forman el juego dialéctico propone relaciones con su contexto social, esto incluye también relaciones entre textos de cada una de las realidades de los lectores y de los autores. A lo que se podría denominar las formas liberadoras de las condiciones históricas.
Para ilustrar esto es necesario que recuerden el momento en que se salió de ver una película y café de por medio se comenta lo visto, pero más aun, lo vivido, cada uno de los espectadores de esa sala vivió de forma real aquello que se proyectó, la película sale de la sala de cine, se traspasa el escenario hacia el café, se reformula la trama, se deja entrever el tema, se discute los puntos de tensión y de relajación, se incorporan con más fuerza los indicios y los referentes, que no son objetos de decoración, sino que hacen de la trama un sentido referencial. La película se proyecta sin una pantalla; entra en otros terrenos que son comparativos, hasta por el actor que interpreta uno de los personajes, ya no es la misma película la proyectada son la pantalla sino una conglomeración discursiva cinemática. Esto mismo sucede cuando el lector se presenta ante la obra, es un nuevo medio de trasporte para esa realidad manifestada. La obra sale de la encuadernación, traspasa la realidad del tema y se constituye en una realidad tangible en el lector y su creación. Una renovación de la misma creación realizada por el autor, o mejor dicho elaborada por el primer autor.
Esto, como muchos críticos vieron la justificación del plagio, acusación que sobre la cabeza de Eco aun pesa, pero la idea del lecto-autor, no sólo se plasma en la idea del autor italiano, sino que es propuesta desde otras miradas.
El arte colectivo
A mediados del siglo pasado, Walter Benjamin, que de seguir con su vida, sería uno de los fundadores de los estudios de culturales, presentaba la idea del arte colectivo, no como una manifestación conjunta en donde cada elemento social actuaba desde su campo cultural, sino como la creación en la construcción de la cultura comunitaria y con esto la revolución social que no se emplazaba en el proletariado, sino que partía de la construcción social.
La cultura como campo de producción no se limitaba en los valores éticos de la cultura, sino que se ejercía como un concepto social. Los artistas comprometidos fundaban las bases en donde la sociedad actuaba, no como único lineamientos, sino como herramientas labradoras del arte. La construcción social era el arte mayor. Las élites quedaban fuera de los nuevos lineamientos artísticos, no por exclusión, sino por no presentar la suma de las acciones culturales.
Adelantándome quizás en la otra charla que continua este encuentro, adelanto por necesidad y con esto la falta de profundidad del tema, en la idea de que todo discurso es política, la política implementada en las acciones discursivas como primera instancia mediadora, acción que hasta en las agendas políticas nacionales están previstas y esto con los correlatos necesarios en la sociedad y para la sociedad. El desplazamiento de las élites que no eran, y no lo son, esto es un tema de debate, quedan por fuera de las manifestaciones multitudinarias.
Debo de aclarar que las expresiones multitudinarias no son sólo las populares, sino esa diversidad de discursos que se establecen en la misma multiplicidad de discursos que una misma sociedad tiene. Manifestaciones discursivas que hacen a la realidad compleja. Este juego planteado por Benjamin, proponía, y aun propone, una construcción que hace al discurso una multiplicación de realidades. La obra literaria propone desde su discurso una realidad ficcionada para que sea reelaborada, reformulada y hasta repensada en el sentido de debate y puntos de tensión que hacen al valor último ya la vez primario de la creación literaria.
Ya no se queda en los lineamientos del autor y la multiplicidad de interpretaciones, en base histórica y sus proyecciones historicistas, ni se queda en el juego de movimientos interpretativos que realiza el lector activo ante una obra abierta, más aun, no se queda en la figura de lecto-autor, sino en la sumatoria de todo esto. Nuevas producciones que hacen del arte una construcción social. El arte colectivo es otras palabras aquello que hace de un pensamiento la multiplicidad de acciones interpretativas, relacionantes y críticas de la sociedad. El arte es en otras palabras la creación vital, en el sentido de vida mutable, cambiante, que expresa el sentir, pensar, creencias, falencias y todo aquello que identifica a una comunidad.
En términos más cercanos a los de Benjamin, son los ladrillos que construyen el muro, la participación del arquitecto, del maestro mayor de obras, del albañil, el peón y cuantos agentes estén involucrados son parte esencial para la construcción de la pared, cada ladrillo en definitiva es la muestra sustancial del arte que hace a la cuestión colectiva un estilo de vida social, propia y única.
¿Intenciones literarias?
Ciertamente, y con esto ingresando a la última parte, vemos que las teorías, tanto literarias como sociales responden a lineamientos que están muy emparentadas con las posturas políticas. Posicionamientos que tienden a develar el sentido comunal. El lector situado en el mismo nivel que el autor en materia de creación y recreación -competencias lingüística, del contexto socio-cultural y determinaciones del Psi-, la obra como un elemento sígnico de las referencias sociales, la sociedad misma actuando y modificando la realidad a través del arte colectivo. Y ciertamente que es así, no se puede negar que una obra literaria está enmarca en su contexto, que toma elementos reales y los expone con la intención de modificar la realidad. Cada obra literaria busca en algún punto ser revolucionaria. Pero sujetarse únicamente a este punto de vista es minimizar el debate sobre las intenciones.
Plantear en términos absolutos las intenciones literarias es en definitiva proponer un segmento de aquello que como escritor y como lector hace a la misma cuestión literaria. Plantear, en otros términos la intencionalidad de la obra es por cierto de un orden un poco más acabado en lo referente a la lectura crítica.
No se puede hablar de intenciones del autor, porque esto está sobrepasado por la obra, como así no se puede centrar el debate en las intenciones del lector porque está sobrepasada por la multiplicación de interpretaciones y con esto sus diversas interpretaciones. Enmarcar el debate en las intenciones propias de la obra es el punto de inicio que va a ir develando aquello que se fue exponiendo. Lo concreto que los teóricos literarios no responden a las intencionalidades del autor y no se dedican a las intenciones de la interpretación, salvo que sea en el género dramático y con esto su fin primario que es ser interpretado en la puesta escénica. Pero si se plantea en las líneas de análisis sobre el tema que hace a la obra. Este punto que es en definitiva el que se pone en juego en el momento que las partes que hacen al hecho literario sean concretas y convocantes.
Si bien se puede preguntar cuales fueron las intenciones del autor en escribir la obra, su respuesta se refleja más en las motivaciones, pero cuando la búsqueda de la respuesta implica cual es el tema que hace a su motivación el ejercicio de escritura, la manifestación es una intención socio-política, y con esto una idea más acabada de porque la necesidad de publicar la obra literaria. Ahora bien, sabemos o presuponemos que el autor tiene los motivos necesarios para plasmar en la obra determinado tema que hace del discurso ficcional un hecho político, por el otro lado, el discurso recreado por el lector hace concreto el mecanismo dialogal y el discurso se torna política. Con esto el debate se pone en manifiesto. Nuevas miradas, nuevas formas de interpelar la realidad hacen del discurso político una acción política. Desde este punto es en donde Benjamin propone la construcción colectiva del arte. Arte y vida política son referentes del hecho sígnico. Que se reflejan en las obras, tanto literarias como otras expresiones artísticas.
Se puede entonces definir a la literatura como una expresión intencional, existe la intención de lectura por parte del autor y esto encausa el hecho de la escritura, y por el otro lado el hecho reproductivo del lector, en donde las competencias y el contexto de cada lector hacen la particularidad del ejercicio lectura y la divergencia propia de la polisemia de los textos reproducidos como efecto social y político ponen en manifiesto la intencionalidad. La selección del libro ya es una manifestación y una postura ideológica de cada lector que abre el juego político de las intencionalidades. No deja de ser más que el juego dialéctico social entre la lectura propuesta por el autor y la reproducción realizada por el lector, se cumplen de esta forma el sentido dialectal entre sinonimia y polisemia.
La producción que es sinonímica, en donde las ideas se concretan en una obra o en cualquier tipo de discurso va acompañado del sentido de expresión, ambas, sinonimia y expresión hacen al sentido intencional del autor. Por el otro lado la lectura, que es polisémica hacen del discurso las variables necesarias para que el receptor no sea pasivo, sino que pondrá en juego todas las interpretaciones y variables posibles para que el juego discursivo sea concreto. Se puede ver entonces, que existe una infinidad de variables de intecionalidades que no hacen en sí al sistema literario un sistema cerrado, sino que se proyecta en la multiplicidades de opciones dialécticas.
En otras palabras, las intenciones son en sí propuestas de significaciones que se refuerzan o se expanden, pero que no pueden ser catalogadas, fichadas o cualquier tipo de estructuración posible, la única posibilidad, si se podría decir en estos términos, es la de expresión y reproducción, una a través del refuerzo posicional desde un sentido político y otra de expansión del sentido literario como ejercicio dialéctico social que no es más que el juego político discursivo, esto se concreta, reiterando el concepto, en una acción política concreta y sustentable.


*Segunda ponencia en la VII Feria del Libro de Mar del Plata 2011

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